
Opinión
Entre el caos y la reconstrucción
La izquierda tiene una incorrecta idea de progresismo, busca soluciones económicas en un socialismo decadente y propicia una lucha confrontativa.
La historia cuenta que, en la sala de la Asamblea Constituyente, un día de agosto de 1789 en Francia, se debatía sobre el poder que debía tener Luis XVI. Al debate asistieron seguidores de la Corona y revolucionarios interesados en tumbarla. La discusión se tornó hostil, por lo que los contrincantes adoptaron una ubicación estratégica en la sala, según sus afinidades. Así, de un lado, en las sillas ubicadas a la derecha del presidente del organismo, se sentó el grupo más conservador, leales a la Corona, quienes querían contener la Revolución proponiendo que el rey conservara el poder. Del otro lado, en las sillas de la izquierda, se comenzaron a reunir los revolucionarios, que tenían una visión opuesta y pedían un cambio de orden radical.
Este referente histórico no deja de ser eso, justamente un antecedente. A la fecha, los términos ‘izquierda’ y ‘derecha’ refieren a algo totalmente distinto de lo que en principio significaron.
A manera de ilustración contemporánea, en Colombia hoy nos gobierna la izquierda. Esta tendencia política posee unas características perfectamente identificables. Por ejemplo, la izquierda tiene una incorrecta idea de progresismo, busca soluciones económicas en un socialismo decadente y propicia una lucha confrontativa con los sectores productivos. Además, utiliza una estrategia de gobierno revanchista, basada en odios viscerales contra quienes generan valor y capital. Eso sí, esta realidad pretende camuflarse bajo un ropaje de aparente equidad y falsa justicia social, utilizando la demagogia, la propaganda engañosa y discursos inocuos como sus primeras armas de batalla. Todo sin dejar de contar con un ala armada ilegal para que, llegado el momento, la discusión pase de las ideas al campo de batalla y a la generación del caos.
En contraste con esta tendencia política, la nueva derecha parte de axiomas sencillos que buscan darle protagonismo en el escenario político actual y futuro. Para la derecha, son inamovibles las ideas de respeto a la vida, la libertad y la propiedad privada. En ese objetivo, debe tenerse en cuenta que el intervencionismo del Estado debe ser mínimo, que las garantías de los derechos en sociedad deben estar limitadas por el derecho del otro y que el énfasis de la acción estatal gira en torno a un compromiso indeclinable con la seguridad y la justicia dentro del marco de un Estado de derecho.
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Sin duda, las elecciones presidenciales de 2026 marcarán un punto de inflexión en Colombia. Se prevé el enfrentamiento de dos proyectos antagónicos: una izquierda que busca dar continuidad al desgobierno de Gustavo Petro y una derecha que intentará restaurar la institucionalidad y el orden económico. Estos movimientos políticos muestran rostros que intentarán acoger el botín electoral de la derecha y la izquierda, respectivamente. Claudia López jugará un papel importante, pero no nos podemos engañar: es claro que sus afectos e identidad política están en la izquierda y con el presidente Petro. Cualquier discusión entre ellos debe ser vista con escepticismo.
Debe recordarse que la discusión sobre el futuro del país no es meramente ideológica, sino una decisión sobre el tipo de gobierno que garantizará estabilidad, seguridad y crecimiento. Colombia no aguanta cuatro años más de improvisación. El actual Gobierno ha demostrado incapacidad para gestionar la economía y la seguridad. La izquierda pretende perpetuar un modelo fallido que ha debilitado la confianza institucional y ha llevado a una crisis económica sin precedentes.
La derecha, entonces, se muestra como una opción clara de estabilidad y recuperación. La confianza de inversionistas y empresarios es clave para el crecimiento del país. Un Gobierno comprometido con la seguridad, la estabilidad institucional y la disciplina fiscal es la única salida viable para Colombia.
Resulta muy peligrosa la continuidad del desgobierno Petro. No se puede normalizar la improvisación, la falta de ejecución y los constantes cambios de gabinete. El país no puede permitirse seguir gobernado por la incertidumbre y la confrontación constante con el sector productivo y la institucionalidad.
Hoy, dos personajes ofrecen la radiografía del típico político de izquierda. Armando Benedetti es el retrato vivo del transfuguismo político y protagoniza la ironía de aquel miembro de la casta política tradicional que se vistió de progre para ayudar a hundir a Colombia en la podredumbre en la que se encuentra. Por su parte, Claudia López, quien llegó al poder con un discurso de renovación y transparencia, terminó tristemente envuelta en escándalos, improvisación y una gestión errática que debilitó su credibilidad. Ambos encarnan la falta de coherencia y el pragmatismo sin principios, que ha caracterizado a gran parte de la clase política de izquierda.
Más allá de la polarización, la decisión de país no es simplemente un debate ideológico, sino una elección entre el caos y la reconstrucción. La ciudadanía debe analizar con rigor las propuestas y antecedentes de los candidatos para asumir una posición informada. En fin, es cuestión de decisión.